jueves, 11 de septiembre de 2014

Por si no se acaba el mundo...

Madrid, algún día de 2014.

Querido yo,

Te escribo desde el pasado. No es una simple formalidad, es porque me gustaría conocer el producto de mis luchas, de mis “desistiré”... Quiero saber si algún pequeño detalle ha influido espacio-temporalmente y ha alterado el devenir. Quiero saber cómo te sientes, quiero saber si mantienes “la esencia”. Dicen que la gente cambia… y eso es porque no son realmente auténticos: puedes elegir un coche, una casa o una imagen, pero el interior más interior es impertérrito, incorruptible… eterno… amén de las hostias que nos dé la vida, amén de que maduremos o de loquequieraquesea.

Voy a hablarte de nuestro “yo” – porque en el fondo es nuestro – actual. Te invito a hacer un ejercicio de memoria e introspección, esos que tanto te gustaban. Te invito a ver amanecer de nuevo con los ojos cerrados, a encogerte de nostalgia y a escurrirte de felicidad. Siéntate, enciende un cigarro… si mantienes esa costumbre, claro. Creo que la vida pasa muy rápido como para no fumarte un cigarro si te apetece, o eso piensa nuestro “yo” de veintitantos.

El “yo” de ahora se arrepiente de muchas cosas, obviamente. De no haber disfrutado más de la gente, de no haber abrazado cada vez que le apetecía, de no haber robado besos, de no haber dicho “te quiero” queriendo, de haber dejado escapar oportunidades… es la impericia. Pero también ten por seguro que he aprendido de otros errores de nuestro “yo” más pubescente, que han ido sentando cimientos, y de los que en el fondo no hay que arrepentirse, sino que hay que remediarlos. Confío en que, en el fondo, nuestras razones teníamos para no hacerlo.

No te vayas a pensar que vaya papeleta te estoy dejando… creo que hay puntos fuertes en “nosotros”, y son precisamente los que tienes que buscar. Somos muy obstinados, lo sabemos, pero la constancia y el afán de conseguir las cosas ha supuesto gran beneficio hasta ahora. También debes valerte de la simpatía y el buen humor, el altruismo y la sinceridad. La independencia creo que va incluida en las virtudes, no dependas de nadie para conseguir las cosas, y buscas en los demás el (sabio) consejo y otros factores que tú mismo no te aportas. Nunca pierdas la inquietud ni las ganas de saber y conocer, por favor. Sé optimista.

Tampoco sé si serás rico o serás pobre, si estarás soltero, gordo o flaco, calvo o con greñas otra vez, lo que sí que sé es que serás feliz, porque en el fondo por eso es por lo que he luchado hasta ahora, y espero que también en este intervalo que desconozco. Qué bonito es no saber qué va a pasar.

Quizá sí me gustaría saber dos cosas, pero mejor quedarse con la intriga:

-        -  Si trabajas para vivir o si verdaderamente disfrutas de lo que haces. Confío en que será lo segundo. No sé cómo acabaría todo, pero lo mismo hasta conservas algo vinculado con la Biología.

-        -  No sé si te acordarás, pero estos últimos años había una serie llamada “How I met your mother”, creo que todos vivimos una historia con mayor o menor paralelismo a la del protagonista y, aunque el final de la serie defraudó a mucha gente…nuestro final es distinto, porque lo que sí que sé es que si compartes tu vida con alguien sé que será algo muy meditado, y que realmente vale la pena.

Voy a ir acabando, y recuerda lo más importante: me preocupo por ti porque te quiero, quiero lo mejor para ti y, lo que consigamos por nosotros mismos, no nos lo quitará nadie.

Mucha suerte, aunque jamás ha sido un hándicap, nunca vendí mi destino a ella. Todo llega. Eso sí, hay un par cosas que nunca debes abandonar, y espero que no llegue demasiado tarde: la música, los amigos, y las ganas de vivir y aprender.


Lucharé en estos años para que a los cuarentaytantos mi vida sea tal y como la imaginaré con cuarentaytantos.

martes, 3 de junio de 2014

Diabetes cardiovascular

Me estoy volviendo diabético, y me preguntaréis la razón... 

Mi consumo oral de glucosa se mantiene constante, un par de cafés al día y algún que otro dulce, pero me entra tanto empalague por los ojos que por algún lado me tendrá que salir...

Y es que, amigos, es precioso exaltar el amor publicando un tweet, publicando en el tablón del Facebook o mandando un icono por WhatsApp. Es muy bonito copiar frases de grandes literatos y pensadores, cuando uno apenas es capaz de escribirlo correctamente. Resulta una prueba de amor irrefutable mandar un oso abrazando un corazón o subir un montaje poniendo fechas y corazones.... Pero lo más triste, amigos, es que eso no es amor, y siquiera se le parece.

Amor es aceptar, sufrir, pensar, sonreír, llorar y luchar. Es demostrar con hechos, no con palabras. Es, en definitiva, tan difícil que nunca uno puede quedarse estancado y decir "ya amo", porque amar se conjuga en futuro, y es la consecuencia de cada momento. Siempre se puede más.

Simplemente era una reflexión.

jueves, 24 de abril de 2014

Callejón con salida

Un portazo condujo a un silencio sepulcral. No había nadie en la habitación y las llaves tintinearon al rozarse con la mesa... el abrigo pesaba más de lo habitual. Empapado por la lluvia, se sentó en la cama para desnudarse los pies y descalzarse las piernas. Aún era temprano. Había salido a comprar sobres para mandar una carta, su última carta. Él ya había tomado una decisión y quería comenzar a escribir el prólogo de su nueva vida.

Fue a la cocina y liberó al pan de molde de la tremenda opresión que le producía el alambre. Despegó las lonchas del jamón, las colocó sin ningún concierto y, más tarde, devoró las entrañas de aquel porcino tentempié. La serenidad y la quietud del entorno más inmediato le agobiaban, golpeó con su puño la puerta del mueble escobero. Se sentó en el suelo y pidió, en silencio, el más grande de los auxilios.Resopló y encendió la radio...


El agua de la ducha ya no le mojaba, pero le templaba. El jabón no era lo único que irritaba sus ojos. La esponja le producía llagas al acariciar su piel. Casi sin secarse, se puso la vieja camiseta que seguía oliendo a ella y aquellos pantalones de franela que tantas noches en vela le habían acompañado. Sigiloso cogió la pluma y descendió, como a cámara lenta, hacia el sofá. 

La música le mecía al abismo, le desollaba los brazos y practicaba la acupuntura en sus sentimientos. Tras unos minutos de tanteo, su muñeca empezó a trazar palabras en sangre,como si aquello no le costara, como si deseara darle alas a toda la rabia acumulada:

" Tenemos un problema, mejor dicho, lo tengo yo. Llevo algunas semanas en las que ya no me emociono cuando escucho tus mensajes en el contestador, siento que hablamos por compromiso y que tú me necesitas más de lo que te necesito yo a ti...."

Él sufría con cada palabra, pero no podía parar. El eco de su voz seguía resonando. Gritó. Asomó su cabeza por la ventana, entreabierta, y se oían los estruendos de la gran ciudad: conductores poco pacientes, sirenas, el chapotear de la chiquillería y cómo el viento susurraba melodías apocalípticas a través de las hojas de los castaños. La brisa le devolvió a una falsa serenidad. Encendió un pitillo y continuó escribiendo:

"Siento que luchar por esto ya no merece la pena. No tengo fuerzas para seguir. Sé que he hecho casi todo mal, que no me he anticipado, que soy lo suficientemente hombre como para hacerte el amor todas las noches, pero no lo soy tanto como para decirte estas palabras a la cara. Me causa un gran estrago el pensarlo. Cuando todo va pasando del singular al plural merece una consideración, y no quiero o no puedo considerarlo. Me supera la posibilidad de poder hacerte daño cada día, de jugar a los personajes y mostrarme como alguien que realmente no soy. Someto todas y cada una de mis acciones a la balanza, te quiero pero... sí, siempre hay un "pero". Soy débil. Todo lo bueno es eclipsado cuando veo en ti algo que no me gusta, y me remito al principio: el problema lo tengo yo..."

La sinceridad es lo que más duele, y él estaba casi noqueado de recibir tantas verdades sobre la cara. Lo sabía y lo asumía. Intentó resumir todo lo que sentía en unas sencillas palabras de despedida...

"No te merezco. Mucha suerte.... y gracias."

Cerró el sobre, a pesar de no quedarle saliva. Dejó la carta sobre la mesa y se sentó con la mirada fija a recordar la película de su historia. Las sonrisas tímidas, la emoción y la tristeza competían por triunfar aquella noche. Finalmente, pudo contemplar con sus propios ojos el amanecer de su nueva vida. Se vistió y fue directo a la oficina de Correos. Era lo mejor.

viernes, 21 de marzo de 2014

Out of business




Llevo semanas frecuentando un lugar misterioso. No sé muy bien qué clase de sitio es, pero veo a mucha gente asidua como yo. 

El dueño del sitio, un tal Josh, no debe de ser mucho mayor que yo, pero le intuyo una vida agitada por los pliegues que acorralan sus ojos. Alguna vez he visto también a una chica al cargo, Brenda creo que se llama. No sé si mantiene algún vínculo afectivo con Josh, pero su parecido físico incita a pensar que son familiares. La verdad, nunca he pasado del intercambio de unas palabras con ella, me bloqueo cuando contemplo la inmensidad del mar en sus ojos, y si intento esquivar el contacto visual acabo en su escote, que es casi peor remedio para mi colapso.

Normalmente suelo tomar café cortado, sentado en el mismo taburete del "rincón acogedor", como yo lo denomino. Me suelo apoyar en la columna y así poder contemplar a través del cristal cómo la gente pasa. Es extraño, pero este sitio no es un bar... aunque casi todo el mundo acompaña su presencia con algún tipo de bebida.

Mientras Josh me sirve un café y éste se enfría, me enciendo un cigarro y saco un cuaderno y un lápiz - me gusta poder borrar - y escribo acerca de la gente. A la mayoría de ellos no les conozco, tal vez ni les haya visto ni les veré físicamente, pero existen y podría recalcar cada éxito y fracaso de sus vidas, podría detallar las arrugas que les hacen los pantalones al sentarse.... Es un talento que descubrí hace poco y que ahora estoy explotando. Y no es tan fácil como se presume, requiere de un intenso aislamiento, sobre todo si merodea aquel bigotudo cincuentón que, día tras día, está recostado en el sofá de cuero y que se mordisquea sus uñas como si tratara de batir un récord en ponerme nervioso. Cuando parece que se ha desgastado los dedos, empieza a balancear su pierna azotando con la rodilla el borde de la mesilla hasta que se desploma para bucear profundo en una siesta borreguera. 

Me levanto y pongo en el tocadiscos un vinilo de los Zeppelin. Parece la misma historia, he perdido ya la cuenta de cuantas veces lo he escuchado, podría trazar sus giros y anticiparme a cualquiera de las notas que, con intención, desprende la Les Paul de Mr. Page... Ese álbum apenas me deja espacio para la improvisación, pero no deja de sorprenderme. No sé qué tiene la música pero me abstrae con mucha facilidad. Doy un sorbo y empiezo a describir: 

"Lindsay, 24 años. Virgo. Ojos azabache y cabello rojizo cayendo sobre sus hombros. Metro setenta y dos de elegancia y dulzura... Cincuenta y seis kilos de optimismo... Alma salvaje, pasional y creativ...". 

El tintineo de la campanilla me distrae nuevamente. No sé si Lindsay me volverá a conceder una segunda oportunidad. Una silueta se posa cerca de Josh y comienza a hablarle. Me resulta familiar… ¡es Brenda! Nunca la había visto de espaldas. Tembloroso cojo el lápiz de nuevo e intento centrarme en Lindsay… 

“…ividad pura. Tenaz e inteligente. Está acabando sus estudios. Química. Además trabaja por las noches como fotógrafa para una revista de música. Es guapa, muy guapa. Por fuera y por dentro. Tiene un punto rebelde, pero es femenina. Luce frecuentemente vaqueros ajustados y camisas holgadas ¡Y tiene gafas!” 

Tuve que parar. Lindsay se ajustaba demasiado a mi prototipo, y sólo existía un problema… ¡no la conocía! Y mi extraño don me indicada, además, que no vivía ni remotamente cerca. Sentí un cosquilleo. Odiaba cuando me veía en este tipo de situaciones… la búsqueda del ideal.

Últimamente no trazaba más que perfiles de chicas, más o menos coetáneas, que cumplían todo lo que yo buscaba en una mujer... ¿Instinto? Hace años que no siento nada por nadie, desde mi última pareja… Amanda. Entre medias sólo he tenido algún consuelo, aunque sigo buscando con ahínco e insistencia a la Amanda 2.0 en bares, cines, bibliotecas y restaurantes de mi ciudad. No puedo creer que, entre las decenas de miles de habitantes, no encontrase a nadie compatible en los distintos círculos sociales. Todo aquello se escapaba de mi alcance.

Flotando en mis divagaciones siento de repente como algo me roza el hombro. Me sobresalto y, un poco aturdido, dirijo la mirada hacia atrás… Brenda... Me ha traído otra taza de café y sin parar de sonreír hace un amago de conversación.

Tras una distendida presentación confirmo su nombre. Noto que ella está desviando sus ojos disimuladamente a mis escritos… y me pregunta por aquello. Siento cercanía con ella y me inspira mucha confianza para contárselo. A los pocos minutos, le cedo un sitio junto a mí y compartimos más que un café: un consumo masivo de horas conversando sin que se produzca ni el más mínimo malestar. La verdad, llevo meses viendo a Brenda y nunca había incidido en que fuésemos tan compatibles... nunca me había atrevido a hablar algo trascendente con ella y, lo más extraño, ¡nunca había venido a mi mente para poder describirla! 

Han pasado días y seguimos aquí sentados, hablando. Este sitio nunca cierra y ya empiezo a entender el origen de las ojeras de Josh. ¡Ya os dije que era extraño! Con Brenda las cosas siguen yendo sobre ruedas. Nuestra relación va rápido; hemos sido en pocas horas ya amigos, mejores amigos y amantes. Nos hemos desnudado con la mirada y hemos hecho el amor sin movernos de nuestras sillas. Brenda es mi Amanda 2.0, pero mucho mejor. Me doy cuenta de que estaba buscando fuera de mi jurisdicción...

Repentinamente el bar se ha cerrado, Brenda ha desaparecido y no hay rastro de nada. Comienzo a darme cuenta de un ruido impertinente... ¡la alarma!... ¡Mierda!, estaba soñando...

                                                                                                                            


Este relato surge de innumerables mañanas en las que abres los ojos y te frustras, fuerzas otros minutos de sueño y sigues sin poder recordar a ese desconocido, que tan bien conocías y que lamentas que no exista (o no lo conozcas). 

Siento no resaltar nada, no aportar ninguna imagen... esta experiencia es tan personal que no quiero poner énfasis ni condicionar nada, sólo espero arrancar una sonrisa y un gesto de aprobación de que a vosotros también os ha pasado.

miércoles, 19 de marzo de 2014

Grapas

Grapas. Trocitos de metal que muchas veces buscamos, y que raramente encontramos. Grapas. Que, cuando menos te lo esperas, se acaban deformando, abriendo paso a la confusión. Para mí, las grapas simbolizan muchas cosas. No sé si os ha pasado, pero al contrario que ocurre con los clavos, una grapa no suele sacar otra grapa... no hace sino más que reforzar lo que la otra sostiene. Y, ¡qué me decís del quitagrapas!... con su despiadado look y esos afilados dientes dispuestos a desgarrar a sangre fría... 


Grapas... Hace poco grapé los apuntes del último año de carrera. Llevaban varios meses sueltos pero, una vez juntos, han pasado a conformar ya un pasado de mi vida. Un pasado del que tampoco se puede prescindir y al que seguramente recurriré con mis futuras dudas. Pero ahora yacen en la estantería, presa del polvo. Las grapas aportan un orden, aunque no deja de ser nuestra jerarquía. Las grapas unen y pasan páginas, cierran capítulos, engloban historias y conocimiento. Suelen ser mis favoritas.

Grapas... que cierran las heridas más profundas, las que requieren de cirugía, algunos días de reposo, y antisépticos adicionales. Heridas del alma con grapas de esperanza y tiempo, grapas que te penetran en la piel. Algunas, incluso, dejan cicatrices.




No se me pueden olvidar las grapas de bricolaje. Aquellas que sirven para reforzar y unir mejor las piezas de nuestra obra, las que hacen de nuestras "chapucillas" diarias algo más estable y muchas veces sempiterno. Grapas que tapizan, que culminan. Éstas también me gustan.

El mundo de las grapas y grapadoras es, sin lugar a dudas, dilatado. Perforar es, muchas veces, la solución para mantener la integridad. No obstante, hay que saber utilizar la grapadora adecuada y el calibre de grapa apropiado para cada ocasión...